Discurso Premio de Poesía Civil de Vercelli 2006

Premio de Poesía Civil de Vercelli, Italia, 2006
(14 de Septiembre 2006 )
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Quiero, ante todo, expresar mi profundo agradecimiento al jurado del Premio di Poesia Civile di Vercelli, así como a los que hacen posible esta honrosísima distinción que hoy se me otorga: la Associazione Il Ponte, la regione Piemonte, el Comune di Vercelli, l’Università degli Studi del Piemonte Orientale “Amedeo Avogrado”, la Fondazione Cassa Risparmio Vercelli, la Fondazione Cassa Risparmio di Torino, el Centro per il servizio di volontariato di Vercelli y otras organizaciones e instituciones. Es un premio excepcional, porque subraya la vigencia de una actitud poética ante el mundo. No lo esperaba, lo recibo conmovido y siento que es sobre todo un reconocimiento a quienes -famosos o desconocidos- insisten en el afán de dar palabra al centro de sus obsesiones aun sabiendo que no hay centro y que todo es intemperie. En su nombre lo acepto y lo dedico a quienes bien podrían hoy estar aquí y en mi lugar.
El concepto “poesía civil” es abarcador y sobran los malentendidos en torno a su significado. Se la considera antipoética y en América Latina va y viene como un péndulo el desdén discursivo por la llamada “poesía política” o “poesía social” o “poesía comprometida”. Como si la poesía no estuviera comprometida consigo misma y sólo consigo misma. El único tema de la poesía es la poesía y por eso puede hablar de todo. De la guerra y el viaje en boca de Homero; de la Naturaleza en boca de Lucrecio; del poder y la lucha por el poder en boca de Shakespeare; de Dios y de su ausencia en boca de San Juan de la Cruz; de la revolución en boca de Vallejo; de la política en boca de Dante; del amor en boca de Safo. Siempre a condición de que sea poesía, siempre que en el poeta la realidad exterior coincida con su realidad interior. Los contenidos de un poema son su ejecución.
Se tacha a la poesía civil de “poesía de circunstancia” y sería por eso “poesía menor” o directamente “no poesía”. Pero toda poesía es de circunstancia, explicó Goethe a su amigo Eckerman hace casi dos siglos: “El mundo es tan rico y tan profundo -dijo-, y la vida tan diversa, que nunca faltarán motivos para escribir poemas. Pero deben ser poemas de circunstancia, es decir, la realidad ha de proporcionar el motivo y la materia para ello”. Quienes aseguran que la poesía debe sólo hablar de la esencia, empobrecen sus mundos posibles y olvidan o ignoran que la esencia misma es circunstancia. A la poesía nada humano le es ajeno y quienes proclaman que debe ser “pura”, que debe planear por encima de las miserias y dolores de nuestra humanidad, pretenden amputar el registro de la expresión poética y, por ende, amputar la expresión de la pasión humana.
La poesía crea una realidad otra que la realidad. Y si entendemos la realidad como lo que es, lo que no es y como lo que pudo ser y no fue, ¿no será la poesía un manera de interrogar y unir esos vacíos? La verdad mayor de la realidad es su misterio y cuando se interroga al misterio siempre aparece el rostro del enigma. Esto emparienta a la poesía con la utopía, ese “ningún lugar”. No tiene existencia como territorio sino como tiempo, tiempo interior y del deseo, atisbo de un mundo otro que hasta ahora han negado todos los sistemas conocidos. No se ha descubierto todavía el país de la bondad.
La condición de los poetas es frágil, ni siquiera encuentran abrigo en su obra, cada momento de su creación la cuestiona, nada sostiene a quien no tiene otro sostén que la escritura y hace más de un siglo Hölderlin se preguntaba  “Wozu Dichter in Dürftiger Zeite?”, ¿para qué poetas en estos tiempos mezquinos? Esos “Dürftiger Zeite” nunca fueron escasos en América Latina, la región donde la distribución de la riqueza es la más injusta del mundo. Las dictaduras militares han segado 300.000 vidas en Guatemala, 80.000 en El Salvador, 30.000 en Argentina, pero nunca lograron que la poesía cesara. El gran poeta argentino Francisco Urondo cayó combatiendo contra la dictadura militar. Pocos días antes de su muerte había terminado un libro de poemas. El luchó contra la opresión, la injusticia, el avasallamiento de la democracia y la pobreza material y espiritual que el Poder impone. Dijo que había empuñado las armas para resistir a la dictadura porque buscaba “la palabra justa”, es decir su etica surgía de su estetica. En su obra tiembla el espesor entero de lo humano.
A pesar de los desastres naturales y de los provocados por el hombre, a pesar de las guerras, a pesar de ese genocidio “pacífico” llamado hambre al que hoy se asiste además en el planeta, la poesía no cesa. Viene del fondo de los siglos y solo callará cuando los siglos se acaben. Es un hilo constante, uno de los pocos que nos reúnen sin rupturas con el pasado y con lo que va a venir.
Muchas gracias.
Juan Gelman
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